miércoles, 10 de agosto de 2011

El raspadito de la olla

La maldad es parte del ser humano, y nadie lo puede negar, aunque much@s la tratan de esconder tras la máscara de la mojigatería


¡Oye Pepè!. Ven a comer.
Ya voy "mami".


Y me acerqué a mi lugar preferido, y me senté en la silla de madera donde en su respaldo solían estar colgados los "trapos" con los que se limpiaban las alacenas y con los que se secaban los utensilios de cocina, silla que, o ella era alta, o yo era muy pequeño.


Cogí la cuchara con mi mano izquierda mientras con la derecha cogía el asa de la olla para inclinarla lo suficiente y poder así raspar el arroz "quemadito" que había quedado en el fondo.


Siempre rogaba que mi "mami" me hubiese puesto la cuchara de metal, es que las de metal eran más fuertes que las "modernas" cucharas que tenían el mango de plástico, ya que las de metal no se doblaban.


Mientras mis otr@s "herman@s" estaban alrededor de la mesa del comedor, ya comiéndo ese "soso" arroz blanco, al que mi "mami" le había puesto un par de huevos fritos encima, adornándolos con una salsa roja, salsa que yo nunca había probado, (no me interesaba probarla).


No hacía mucho, yo había ido a comprar el pan, algo que mis "herman@s devoraban con ahínco, pan que a mi, realmente tampoco me interesaba comer, yo prefería el que tenía en ese momento dentro de mi boca, pan que sabroso como un chicle se revolvía entre mis dientes y mi paladar, si hasta sabor tenía.


Como me había tocado "poner" la mesa (como todos los días), en la que comían mis herman@s, yo sabía que en algún momento, cogerían sus vasos de cristal transparentes, y verterían en ellos, esa bebida tan dulce, llena de gas, que seguramente beberían con avidéz.


Yo prefería beber de esa agua pura transparente y cristalina que salía del grifo, (ese que se movía de izquierda a derecha) como queriéndo huir de ese fregadero.




¿Beber yo de esa relajante bebida del color de las cerezas?. 
¿Esas cerezas tiernas, cerezas sabrosas, llenas de carne, 
esas que se deshacían en mi boca, cuando me subía a lo más 
alto del árbol a contemplar las estrellas?.---
Con mucho cuidado para  que nadie me viera--

Nunca he podido saber si me subía al árbol a comer cerezas y aprovechar de contemplar las estrellas, o me subía al árbol a contemplar las estrellas aprovechando de comer cerezas.
Pero... ¿acaso importa?


¿Beber yo de esa bebida?. Ni pensarlo siquiera.


El comedor era amplio y espacioso, pero yo prefería estar aquí, ya me acompañaban en mi suculenta comida, el fregadero de loza vieja en el que se lavan los platos, la cocina, media de gas media de leña, el armario con sus despensas donde se guardaban los implementos (ollas, cucharas, cloro, etc.). 
Si. Me gusta estar aquí.


Cojo la cuchara, inclino la olla, veo al fondo una capa de arroz entre blanco y dorado, y me lanzo al ataque, mientras tanto, el chicle en que se ha convertido el trozo de pan va alargándose por mi garganta para ir dejándo poco a poco espacio en mi boca.


Ese era mi momento de gloria, ese era solo mi momento, 
no le pertenecía a nadie más que a mí, los demás estaban engullendo esa "bazofia" de arroz blanco con huevos fritos 
untados de fresco y tierno pan recién comprado, mezclandolo 
en sus bocas con esa agua de color de las cerezas.


Si. 
Ese era mi lugar, por quince minutos, ese era mi mundo entero, 
 ese era el cuarto en que soñaba, 
ese era el cuarto en que bebía mi agua cristalina y pura en 
ese cacharro que un día se vanagloriaba de ser 
de blanca porcelana, y que se estaba haciéndo viejo, ese era 
"mi arroz quemado", "mi raspadito de la olla".


Una y otra vez hendí la cuchara traspasándo esa capa de arroz 
entre blanco y dorado, y cuando desgajaba con la cuchara, 
raspándo hasta el fondo de la olla un buen trozo, 
me llenaba el corazón de alegría ver que debajo de esa capa entre blanca y dorada, la que estaba pegada al fondo de la olla, 
ese arroz se transformaba en un marrón brillante, 
en un hermoso color
con mezcla de negro azabache y.....


¡Oye Pepè!


Si, "mami"


¿Ya terminaste de comer?


¡Ahora mismo termino!


¡Termina pronto para que vengas a recoger la mesa, 
y te lleves los platos a la cocina para lavarlos.
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Los padres no debieran de separase nunca, 
porque el door que causan al corazòn de los hijos, 
es una de las pocas cosas de esta vida que es eterno. 

Tener que amar a una "nueva mami", que no te ama ni te acepta, porque le recuerdas que el hombre que ella ama ha tenido otra mujer a la que antes amò. 

O tener que amar a un "nuevo papi", que no te ama ni te acepta, porque le recuerdas que ella ha tenido otro hombre al que antes amò...

¡No!.....lo padres no debieran de separarse, porque el dolor es grande, es grande y es hondo como las penitas del alma. 

Y pensar que a otros se les olvida...pero a mi...no.

Pero son solo recuerdos, nada mas que recuerdos muertos que 
a veces salen de sus tumbas para tocar por detràs mi hombro, y recordarme que algùn dìa....algùn dìa debo.....perdonar


Y pensar que a los demás se les olvida. 
Pero a mi... no. 
Aunque  son solo recuerdos, nada más que recuerdos.

Amiga mía


¿Sorprendida quizás, de que te escriba esta carta?.
Disculpa entonces, no he querido molestarte, es que el fuego de mis desdichas está abrazándo mis entrañas.
Solo quería escribirte esta, porque eres mi única amiga, y agradecer tus consejos, los que un día me diste.


¿Te acuerdas de aquellos? ¿De lo que dijiste?. ¿De lo mucho que sufrías?. ¿Del dolor que tu sentías?.


Dirás que me arrepiento de no seguir tus consejos, que incluso habré perdido hasta mis propios sueños.
Que eras mi amiga, dijiste. Que tú sabías de eso, que fuera llorando y gimiendo, que así era el proceso.
Por eso te escribo hoy, para contarte lo de ayer.


Y les dije a los presentes: ¡Gracias por venir!, pero a mis sentimientos añado un dolor escondido, el saber lo que sufrís de los que una vez os amaron, que con vosotras la risa compartieron, y con vosotras también el llanto, que una vez luchásteis juntos, que hasta el firmamento temblaba cuando rozábais vuestras manos, que solo vosotras escuchábais las palabras de esas cómplices miradas.


Vosotras, que fuísteis amadas como nunca os habían amado, vosotras que un día dijisteis.. ¡Para toda la vida!.


Pero un día cualquiera, o un cualquier día, en lo más profundo de vuestro corazón, algo se rompió.
Un chasquido; Un requiebro de la vida; Un dolor; y después muchos pequeños dolores.
Por amor; hasta el amargo ajenjo puedo beber sonriéndo a quién amo.

Por amor,... Por amor,... Por amor,...Tristeza, ¡Que profunda tristeza!.


Muros que encarcelan, desvaneciendo ilusiones, prado que se marchita, no importando cuanta agua vertáis.
Y pasan los momentos, y pasa el tiempo, unas leen meses, otras leen años, otras... la vida entera, y ¡Nunca! decís en vuestros corazones...volverá a mi el amor.


Ya no es profunda tristeza, ya es amargo dolor, y desde lo mas profundo de vuestra vida, tímidamente comenzáis a llorar, y váis alzándo poco a poco vuestro llanto, para que también escuchen los demás.
Que escuchen aquellos que no saben.
Que escuchen aquellos que ignoran.
Que escuchen aquellos que nunca han vivido.
Lloro mi dolor. ¡Escúchame por favor!.
Lloro mi angustia. ¡Escúchame por favor!.
Mi cuerpo grita... Mi cuerpo llama. ¡Escúchame por favor!.
Mi vida grita... Mi vida clama. ¡Escúchame por favor!.


Silencio... tanto silencio, y mi pena muriendo. ¿Porqué no me escucháis?. ¿Porqué no ois mi llanto?.
¿Acaso no creéis lo que os digo?. ¿Porqué no me creéis?. ¿Es porque han ido tantas a vosotros con llanto y mentiras?.


Por eso a mi, no me creéis. Si, ¡Yo si soy una maltratada!. ¡Yo si soy una víctima!. Pero esa es la razón. ¿No es cierto?.


¡Escuchádme!. ¡Oíd por favor mis argumentos!. Yo no soy como esa amiga, la que vino a vosotros el otro día. ¡Por favor... creédme!... No soy como ella.


Yo no le prohíbo a mis hijos que besen a su padre.... Como me dijo que hacía ella.
Yo no le prohíbo a mis hijos, que corran a los brazos de su padre... Como me dijo que hacía ella.
Yo no cruzo la calle cuando voy con mis hijos y veo que se acerca su padre, prohibíendoles que le saluden... 


Como me dijo que hacía ella.


Yo no les susurro a mis hijos cuando están durmiendo, que no deben amar a su padre... Como me dijo que hacía ella.


Yo no soy la que les dice a mis hijos, que su padre no los quiere, y por eso no viene a verlos, mientras cierro puertas y ventanas para que ellos no vean como su padre se pasea nervioso e ilusionado, esperando el momento de besarlos con el amor que solo su padre puede darles... Como me dijo que hacía ella.


Triste angustia de mi corazón. ¿Cómo entonces voy a ser escuchada?. ¿Quién va a creer en mi angustioso silencio que habla con lágrimas?. ¿Quién, si tú, que dices ser mi amiga, has destrozado mis argumentos?.


¿A quién acudiré entonces por justicia, si tú ya has ido?.
¿Que haré entonces con mi dolor?.
¿Que haré entonces con mi pena?.
Silencio...Guardaré silencio... otra vez.
Y seguiré besando la mano... que abofetea mi amor.
Y seguiré besando la mano... que no acepta un error.


Y mientras lo haga, me acordaré de ti. Si, de tí, que también eres víctima... pero de tu propio odio.
Amiga mía.

Amigo mío

Hola amigo mío 
Te escribo esta para darte las gracias por los gratos momentos que pasamos juntos ese día en que nos encontramos en el bar, el que está en la esquina de la plaza del pueblo en que vives, después de irme, me propuse que a la menor oportunidad volvería y recorrería las calles recordando viejos momentos.


Te diré que el pasado fin de semana de Enero, así lo hice, sería alrededor de las siete y media de la tarde cuando como te decía, paseándo por la plaza, os ví.
Estábais sentados, tu señora esposa, tus dos hijos y tú, enrededor de esa mesa que ese bar suele instalar bajo el portal, 
me iba a acercar a saludaros, pero al veros allí juntos, disfrutando de unos refrescos, tú en realidad leyendo un periódico, 
tu señora esposa a la que recuerdo con cariño, aunque no la conozco, cuidando que uno de tus retoños no derramara el refresco y manchara su ropa, mientras el otro, estaba muy bien sentado, atento a tí.


No me acerqué, pero me senté en un banco frente a vosotros, de los que suelen estar instalados permanentemente alrededor de la plaza, y quedé embelesado, admirando la hermosa familia que componíais, y vinieron a mi mente recuerdos de cuando al salir del trabajo, nos reuníamos en ese mismo bar, y tu nos relatabas lo mucho que querías a tu esposa, y lo mucho que ella te quería, de como ella, al llegar tu a casa ya tenía la cena servida y a punto para que tu te deleitases saboreándola, de como amorosamente te planchaba las camisas, incluso se ocupaba de darles apresto, y nos contabas de como brillaba el suelo de tu hogar, y lógicamente siempre dispuesto tu programa favorito de deportes en la televisión.


También recuerdo que nos decías, que tenía los ojos mas hermosos que tu habías visto en tu vida, que sus labios carnosos y tiernos , era de los que te habías enamorado.


Esos mismos que a la luz de la farola que bañaba tenuemente la superficie de la mesa, y que por rara casualidad despedía, como si de un espejo se tratara, un fino haz de luz blanquecina posándose a un costado de su boca, precisamente en la comisura de sus labios, y comprobé, que lo que tú nos habías dicho era cierto.


Labios tiernos y carnosos, "probablemente" por efecto del reflejo de esa luz ya mortecina noté, que la parte izquierda de su boca, la que constantemente cubría con su mano, era un poco mas carnosa.


Incluso pude vislumbrar, (en un momento en que retiró su mano) que un hilillo de algún líquido oscuro, (sería parte de la bebida) iba recorriendo desde su boca a su barbilla un camino lento y sinuoso, (como un río, buscándo... como queriéndo encontrar un acantilado lo suficientemente profundo donde poder verter el arrollador caudal de que se componía), solo que me pareció (imaginaciones mias), que ya conocía el camino, posandose suavemente en una palpitante vena que en su fino cuello se agitaba entrecortadamente, como gimiéndo, como implorando, como diciéndo: "Abre tus puertas por favor, que yo no tenía que haber salido".


También recuerdo que con orgullo nos decías, que tus hijos eran tu vivo retrato, despiertos, traviesos, siempre jugando, inquiriendo de ti cualquier duda que podía aquejarles, "(Papá. ¿Porqué los pájaros vuelan?. Papá. ¿Porqué el cielo es azul?. Papá. ¿Porqué la lluvia moja?. Papá. ¿Porqué los perros no hablan?. Papá. ¿Porqué...?)".


Por eso también me sorprendió verlos sentados, tan quietos, casi sin moverse de sus sillas, cualquiera diría que eran los niños mejor educados de los alrededores.


Cuando ya estaba a punto de marcharme, algo me detuvo, vi que dejabas el periódico a un costado, y con un gesto protector, me recordó de cuando me dabas consejos (era joven yo), de como se debía amar a los hijos.


Como te digo, vi que alargabas tu mano, y con la palma de ella abierta la posabas "cariñosamente" en la mejilla de tu hijo el mayor, éste, seguramente acostumbrado a tus caricias, no cogió tu mano y la apegó mas aún a su mejilla, como lo suelen hacer mis pequeñas cuando yo las acaricio.


Si no que giró su pequeña cabecita, y al hacerlo me encontré con su mirada. ¡Qué ojos mas hermosos!...Jamás había visto ojos tan negros y tan profundos... Que lástima que durara un par de segundos, por que sin saber como, vi algo como un relámpago. 
¡No! ¡Un huracán! que apareció de la nada, y envolviendo a tu retoño, en algo que parecía como un escudo, se interpuso entre tu mano "acariciadora" y la mejilla roja ya, de tu primera caricia, y lo cogió en sus brazos...


No pude saber lo que pasó después, por que en ese momento se acercaron a mi los tres tesoros de mi vida, (mis dos pequeñas y mi amada compañera), esa compañera que elegí para mis tiempos felices, pero que jamás me ha dejado solo en los tiempos de dificultad.


Por que ya sabes amigo mío, que mi economía nunca ha sido tan boyante como la tuya, pero como te decía yo en esos tiempos, "solo quiero una familia a quien amar".


Ahora me despediré de ti, deseándote tranquilidad en tu vida y una muy pronta recuperación del desgraciado accidente, (lo supe por el periódico) en que perdiste tus manos.


Agradeceré toda mi vida el haberte conocido, si no es por ti, padre amoroso con tus hijos, amante compañero de tu amante compañera, trabajador incansable, si no es por ti reitero, no habría encontrado los tesoros que tengo.
 
P.D.

La otra tarde fuimos, mi compañera, mis hijas y yo al parque, y nos encontramos con tu señora esposa junto a esos preciosos hijos que tenéis, estuvimos casi hasta el anochecer jugándo, riéndonos, saboreándo unos helados, y mientras tendidos en la hierba charlábamos de lo bonito que es vivir, y de lo justa que es a veces la vida, por fin... si, después de tanto tiempo, pude ver esos profundos ojos negros, de los que tú... amigo mío... un día te enamoraste.
Y vi, como tu hijo... el mayor, viva imagen tuya, alargaba su bracito y con la palma de su mano abierta, acariciaba con protectora ternura, la mejilla de su hermanito pequeño, y éste, con su mas pequeña manita, cogía la de su hermano mayor, y la apretaba hacia su mejilla... igual como hacen las mías cuando las acaricio yo.
 
Otra Post Data:

Estos veinte minutos que he tardado en ecribirte esta carta, es el tiempo que no he estado junto a mi familia.
Como tu comprenderás, (ya que así tu me lo enseñaste), he decidido nunca mas perder esos preciosos minutos en algo que como puedes ver, al final no tiene ninguna importancia