Luego está el fuerte
amor entre parientes, o el afecto natural,
que se basa en
consanguinidad, para el cual los griegos tenían la palabra stor·gué.
Por eso en países de habla inglesa dicen que “la sangre es más
espesa
que el agua”. Tenemos un excelente ejemplo de esto en el
amor que le
tenían las hermanas María y Marta a su hermano Lázaro.
El hecho de que él significaba mucho para ellas se puede ver por la
gran angustia
que sintieron debido a la muerte súbita de él. ¡Y
cuánto se regocijaron cuando
Jesús resucitó al hermano amado de
ellas, Lázaro! (Juan 11:1-44.)
El amor de una madre a su hijo o hija
es otro ejemplo de esta clase de amor.
(Compárese con
1 Tesalonicenses 2:7.)
Así, Jehová, para subrayar el gran amor
que le tenía a Sión, declaró que era mayor que el de una madre a
su hijito. (Isaías 49:15.)
Una
indicación de que vivimos en “los últimos días”, con sus
“tiempos críticos,
difíciles de manejar”, es la falta de
“cariño natural”. (2 Timoteo 3:1, 3.)
La falta de amor
en la familia hace que ciertos jóvenes huyan de su hogar,
y que
algunos hijos ya crecidos descuiden a sus padres de edad avanzada.
(Compárese con Proverbios 23:22.)
También se ve falta de cariño
natural en la abundancia del abuso de menores...
el que algunos
padres golpeen tan cruelmente a sus hijos que estos
necesiten
hospitalización.
También se ve la falta de amor por parte de los
padres
por el hecho de que muchos de ellos no disciplinan a sus
hijos.
El dejar que los niños hagan lo que les plazca no es prueba
de amor; más bien,
es escoger el camino más fácil.
El padre que
verdaderamente ama a sus hijos los disciplina
cuando esto es
necesario. (Proverbios 13:24; Hebreos 12:5-11.)